El sabor es el mismo que el de unas natillas caseras, pero queda mucho más bonito. Resulta que, una vez decidido que iba a hacer las natillas, he pensado, ¿y si lo convierto en una sencilla y preciosa tarta? Y se me ha ocurrido hacer esta delicia, para comernos las natillas de toda la vida de una manera diferente. La textura que le he dado es un poco más consistente que la de unas natillas normales, porque sino se desmontaría la tarta, pero queda cremosa y muy rica.
¡Os dejo con la receta y todas las fotos paso a paso!
Ingredientes:
Para las “natillas”:
- 1/2l de leche desnatada
- 30g de harina de maíz (maizena)
- 3 huevos M (las yemas)
- 20gr de stevia
- 1 cucharadita de esencia de vainilla
- La ralladura de medio limón
- 3 hojas de gelatina neutra (con un poco de agua)
- Canela (opcional, para decorar)
Para la base:
- 200g de galletas tipo maría integrales (si puede ser sin azúcares añadidos)
- 170g de mantequilla (pero si usáis margarina light, mejor, y queda igual de rica)
Pasos a seguir:
1. Primero prepararemos la base. En un bol, machacamos las galletas con un mortero (puedes hacerlo también en la picadora), hasta que queden finitas, añadimos la mantequilla fundida (la puedes fundir en un vaso al microondas, en golpes de 30 segundos) y mezclamos hasta tener una pasta. Cubrimos la base del molde (yo uso uno de estos que se abren por el lateral) y unos dos dedos de las paredes con esta pasta.
En esta foto podéis ver el alto de la pared, con mi dedo en medio (la uña toca el fondo)
Dejamos enfriar en el frigorífico mientras preparamos las natillas.
2. En un bol, mezclamos la harina con un chorrito de leche, hasta que quede un líquido homogéneo.
3. Ponemos en un cazo a fuego medio las yemas de los huevos junto con la leche, la stevia, la ralladura de limón y la vainilla. Removemos sin parar, sin que llegue a hervir, para que vaya espesando poco a poco. Añadimos la mezcla de leche y maizena que teníamos en el bol, y seguimos removiendo hasta que espese y tenga una consistencia cremosa. Retiramos del fuego.
4. Preparamos la gelatina, hidratando las hojas de gelatina con un poco de agua caliente, removiendo hasta conseguir una pasta. Con un dedo de agua en un vaso, es suficiente. Si ves que la has derretido bien y te sobra agua, tira la que sobre.
5. Añadimos la gelatina a las natillas que habíamos preparado, y mezclamos bien. Sacamos el molde de la nevera y vertemos la mezcla encima de la base, con cuidado de que no sobrepase las paredes (en principio con estas medidas no debería, pero si te sobra ponlo en un recipiente a parte y tienes unas natillas individuales). Decoramos con una galleta y un poco de canela.
6. Dejamos enfriar en la nevera durante por lo menos 4h.
7. Desmoldamos con cuidado, ¡y listo!
Y os dejo también una foto de un corte, para que veais la textura cremosa que se consigue sin que se desmonte nada de nada la tarta (gracias a la gelatina).
¿Habéis visto qué chulo? Es casi casi igual de fácil que hacer que unas natillas (sólo añadimos la base y la gelatina), pero tiene un aspecto totalmente diferente. ¡A mi chico le ha encantado! Para desayunar, para merendar… La volveré a hacer sin duda!
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